Ciudad Bolívar, con 240 años sobre sus espaldas, es como muchos sitios de Venezuela con tamaña edad, un emporio de cuentos míticos y fabulosos. Frente a Ciudad Bolívar, en la mitad del río Orinoco, existe como emblema de la naturaleza geológica de la región: un islote rocoso conocido como “La Piedra del Medio”, que sirve a Los ribereños para marcar los movimientos de flujo y reflujo del río.
Hasta 1967 -año en que fue inaugurado el “Puente de Angostura”-, la Piedra del Medio representaba una especie de ícono de la ciudad. Este afloramiento rocoso presenta una longitud de 350 metros de largo de este a oeste; 100 metros de ancho, y una altura de 52 metros hasta el nivel mínimo del estiaje. Fue denominada por Alejandro de Humboldt “Orinocómetro” por su utilidad para medir el nivel del río. Es también el ícono mágico del Orinoco, morada principal de la serpiente que lo habita, conductora ésta de todos los “encantos” que hacen vida en las riberas y en el fondo del río; incertidumbre y temor de bañistas y pescadores.
La leyenda tiene sus inicios en los años anteriores a 1764 - año de la mudanza de Santo Tomé de Guayana a la parte más angosta del Orinoco, esto es Angostura- y nace, según explica Américo Fernández, Cronista de la ciudad, a raíz de la gran cantidad de indígenas traídos de las Misiones del Caroní, con el fin de hacer los evantamientos para el establecimiento de la ciudad. Esta gran cantidad de indígenas se percata del constante arremolinamiento de Las aguas alrededor de la piedra, y del flujo y reflujo del río en diferentes períodos. Este fenómeno es explicado por los aborígenes a partir de la existencia de una “enorme bestia” que en diferentes temporadas del año succiona gran cantidad de agua y posteriormente la expulsa, ocasionando así los desniveles del río en los períodos de lluvia y sequía y el arremolinamiento de las aguas en torno a la piedra.
Es decir, el mito nace en correspondencia con una cosmovisión, estando remitido a un fenómeno natural, que para nosotros es un fenómeno hidrográfico complejo.
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, el incremento del tráfico naviero por el Orinoco aportó nuevas anécdotas al mito. Desde 1900 han sido muchos los naufragios de curiaras y la desaparición de pescadores y bañistas alrededor de la piedra, en el área de arremolinamiento de las aguas. Estos acontecimientos parecieran darle fuerza a la creencia angostureña de la presencia de un monstruo en el Orinoco capaz de absorber todo cuanto por ahí pasase.
Aquello que para los indígenas fue sólo “una bestia” responsable de arremolinamientos y del flujo y reflujo del río; la necesidad de explicación de esos mismos fenómenos desde otra óptica y de los naufragios y ahogamientos, hicieron que la representación simbólica indígena de esa bestia, se convirtiese en la “nueva sociedad”, en una serpiente de siete cabezas. Hubo lugareños que se atrevieron a designarle lugares de ubicación a las “siete cabezas” de la ahora serpiente: el centro motor o cabeza principal era la Piedra del Medio; las otras seis cabezas estaban ubicadas una a una en los siguientes lugares: Catedral Mayor – Plaza Bolívar, encontrándose esta cabeza 47 metros bajo la basílica; Casa de San Isidro, casa donde pernoctó El Libertador durante la realización del Congreso de Angostura en febrero de 1819; la Laguna de Los Francos, laguna en comunicación subterránea con el Orinoco, ubicada a unos 500 metros al oeste de la Piedra del Medio; Isla del Degredo, isla deshabitada del Orinoco ubicada a unos 500 metros de la Piedra del Medio frente a la Playa de Polanco; Isla El Panadero y Laguna El Porvenir, ésta última ubicada en el Jardín Botánico al sureste del casco central. El señalamiento de estos lugares -de carácter arbitrario- obedece a que son estos lugares puntos neurálgicos que rodean el casco histórico de Angostura por sus cuatro costados; y que según la tradición, al entrar en movimiento cada uno de los tentáculos con sus cabezas, la ciudad emplazada en una roca de más de 60 metros de altura, se hundirá en el río Orinoco.
En la actualidad, el mito ha encontrado asidero en los hechos ocurridos a partir de 1955. El 27 de febrero de ese año, a plena luz de la tarde, se hunde en la zona de arremolinamientos de la Piedra del Medio una chalana llamada “La Múcura” cargada de vehículos, lo cual sirvió para exacerbar la creencia en el poder controlador de la serpiente sobre todo lo que tocara sus aguas. El hecho es que meses después del hundimiento, la compañía propietaria de la chalana contrató a un buzo margariteño para que realizase un sondeo en las profundidades del río y determinará la ubicación exacta del aparato hundido y las posibilidades de recuperación. Este margariteño, minutos después de sumergirse en la zona cercana a la piedra, haló enloquecido la cuerda del bote que se encontraba en la superficie, y al ser subido, cuenta que no pudo ver nada de la chalana, sólo vio “un extraño animal, con un solo ojo del tamaño de una torta de cazabe”. Era ésta la primera vez para los angostureños, que un ser humano ratificaba haber tenido contacto directo con lo que para ellos era “La Serpiente de Siete Cabezas”. La Múcura aún se encuentra en las profundidades del Orinoco.
Posterior a este acontecimiento, las emisoras radiales locales se aprovecharon del suceso para aumentar su radio audiencia, y es posible que esto promoviera la intervención del Instituto Oceánico de la Universidad de Oriente (UDO), el cual mediante la utilización de sondas ultrasónicas detectó alrededor de la Piedra del Medio una fosa en forma de embudo de unos 150 metros de profundidad, posible causa de los remolinos en esta área, y otra fosa de 60 metros de
profundidad entre la base de las dos torres del Puente Angostura
Esta ha sido la cara aportada por la ciencia a este mito bolivarense. Pese a que la ciencia no habla de monstruos y seres extraños en las profundidades del río, la creencia, producto de años y años de tradición verbal y anexiones anecdóticas a la estructura del mito, es mucho mayor.
Texto original de :
“La serpiente de siete cabezas” del Río Orinoco
(Ciudad Bolívar). Un ensayo etnográfico*
“La serpiente de siete cabezas” del Río Orinoco
(Ciudad Bolívar). Un ensayo etnográfico*
Por: Ramírez, Sócrates**
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