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martes, 29 de septiembre de 2009

El gato y su lado oscuro.

Esos ojos rayados que destellan en rojo reflejados en la penumbra, ese caminar lleno de elegancia y altivez, sus delicados y sigilosos movimientos, su estilo de disfrutar de las siestas y ese aire de enigma que siempre los ha rodeado los pone en esta clasificacion de criaturas magneticas que ocupan nuestros pensamientos. Algo en ellos nos dice que son magicos, veamos que es.

El gato es un felino cuya historia y origen se remontan al antiguo Egipto. Los gatos eran animales salvajes que comenzaron su proceso de domesticación hacia el año 3000 a. C., debido a la abundancia de ratones que pululaban en los silos de grano que existían en Egipto. La religión del antiguo Egipto incluyó el gato entre sus símbolos sagrados. El gato estaba considerado como la reencarnación de los dioses en el trance de comunicarse con los hombres y manifestarles su voluntad. El gran valor del gato como cazador de ratones hizo que los egipcios intentasen y lograsen su convivencia doméstica, pese a lo cual el gato no perdió su status sagrado.
La misma belleza del animal hizo que la diosa Bastet, símbolo de belleza y fecundidad, fuese representada con cabeza de gato.
Fue tal la adaptación del gato a la vida cotidiana de los egipcios, que su muerte era motivo de duelo familiar; Herodoto, en Los nueve libros de la Historia, manifiesta que los moradores de la casa se rapaban las cejas en señal de duelo. Tras su muerte, su cuerpo se embalsamaba y momificaba en locales sagrados, y en el lugar de su enterramiento se colocaba junto a ellos ratones embalsamados. En 1890 fueron halladas en la ciudad de Bubastis amplias necrópolis con más de 300.000 momias de gatos.
Según tenemos constancia, el culto al gato aparece en el Antiguo Egipto alrededor del 2.900 a.C. como una deidad local en el Delta del Nilo. Así, la diosa gata Bastet defendió al dios sol Ra contra los ataques de la serpiente Apofis, una de las deidades mas representativas del mal. Hija y esposa del propio Ra según algunas mitologías, Bastet era amén de protectora de la familia y patrona del hogar, una diosa de la felicidad, el placer, la alegría, la feminidad, la música, y la danza. De hecho la consideración de este animal fue siempre tan alta, que en el capítulo XVII del Libro de los Muertos se pone en boca de Ra las siguientes palabras: "Yo soy el gato cerca del cual se abrió el árbol Iched (un árbol al que se identifica con la persea o la balanita) en Heliópolis la noche en que fueron destrozados los enemigos del Señor del Universo". Aunque su importancia fue siempre notablemente destacada, durante la dinastía XXII (formada por un conjunto de reyes de origen libio) se adoptó a Bastet como divinidad principal, motivo por el que es conocida como Dinastía Bubastita, al haber convertido en capital del país a Bubastis, (nombre cuyo significado es "Mansión de la diosa Bastet"). Fue en esa época cuando se trató de fusionar su culto con el de la diosa leona Sejmet, un hecho que ni el clero ni el pueblo permitió negándose a aceptar una unión de diosas tan opuestas, ya que mientras la primera simbolizaba el amor y la alegría, la segunda era una diosa de la guerra y la destrucción de enemigos. Para el desarrollo del culto a Bastet los sacerdotes solían escoger un gato con unas características muy especiales el cual era adorado y venerado como si de la encarnación de la diosa se tratara. Asimismo -y a nivel popular- en ciertas fechas solían celebrarse unas procesiones al anochecer durante las cuales una imagen de la deidad era transportada en barcas ricamente adornadas con guirnaldas de flores y alumbradas por antorchas, al tiempo que se cantaban todo tipo de alabanzas en su honor. Cuando se llegaba a tierra firme se celebraban unas fiestas orgiásticas que duraban hasta el amanecer. Los antiguos egipcios nunca dieron al gato un nombre especialmente significativo, sino que prefirieron llamarlo por su onomatopeya: Miw. Respecto al trato corriente que daban a estos animales cabe decir que era tan especial que cuando uno de ellos caía enfermo recibía tantos cuidados y atenciones como los que se daban a los niños, y si a pesar de ello moría, toda la familia se vestía de luto hasta el punto de que en algunos casos se afeitaban incluso las cejas en señal de duelo. A continuación el dueño del felino envolvía el cadáver en un paño de lino, llevándolo sin demora a "La Casa de la Purificación" para que fuese momificado, proceso que llegaba a durar hasta 40 días, y con el que eran tan meticulosos cual si se tratara de un ser humano. Tras lo anterior las familias ricas colocaban sobre la cabeza de la momia una máscara de bronce, (representando al animal fallecido), y lo introducían en un ataúd o sarcófago que podía estar confeccionado con materiales que iban desde la palma o el papiro hasta la piedra caliza. Por último lo conducían al cementerio seguido por un largo cortejo de parientes y amigos de la familia, quienes manifestando su profunda tristeza lloraban desconsoladamente al tiempo que con gesto desesperado desgarraban sus vestiduras, dándose incluso el caso de que quienes gozaban de un nivel económico suficientemente solvente llegaban a contratar plañideras profesionales que como muestra de dolor echaban tierra sobre sus cabellos y arremangaban sus túnicas dejando el pecho al aire.

EL GATO Y LA BRUJERIA
La historia de la brujería en el País Vasco relata un sin número de anécdotas sobre la transformación de las brujas y brujos en animales. Todas son de índole similar. En una de estas historias la protagonista, cansada de que un gato se bebiese la leche recién ordeñada todas las noches, esperó al animal y consiguió en su persecución herirle en una pata. Al sentirse herido el animal gritó como un ser humano. Al día siguiente una pobre vieja, considerada como bruja, amaneció herida en una pierna.
El gato aparecía ligado al paganismo de la Edad Media a través del culto de la diosa Greya, diosa del amor y de la curación según la mitología nórdica. Esta diosa guardaba en su jardín las manzanas con las que se alimentaban los dioses del walhalla y en su iconografía aparecen dos gatos tirando del carro de la diosa y, como dice Julio Caro Baroja, una tergiversación de origen mítico es la de "confundir al animal que acompaña a un numen o divinidad con la divinidad misma". Por ello, el gato se convirtió en cabeza de turco de las "purificaciones" de la Iglesia.
La Iglesia alentó de tal forma la persecución de los gatos que llegó a convertirse en espectáculo la quema de estos pobres animalitos en las hogueras de la noche de San Juan.
El aniquilamiento de los gatos fue de tal magnitud que cuando la peste negra azotó Europa en el siglo XIV, causando más de veinticinco millones de muerto, apenas sí quedaban ejemplares para luchar contra las ratas, principales propagadores de la enfermedad. Y al parecer, la plaga fue tan devastadora debido al exterminio de los gatos.
En el año 1400, la especie estuvo a punto de extinguirse en Europa. Su existencia se reivindica a partir del siglo XVII debido a su habilidad para la caza de ratas, causantes de tan temibles y desoladoras plagas. A partir del siglo XVIII el gato vuelve a conquistar parte de su antiguo prestigio, y no sólo se utiliza como cazador de roedores e insectos, sino que su belleza lo hace protagonista de cuadros, muy especialmente de los de la escuela inglesa, y de motivos escultóricos.
La dualidad del gato como símbolo de la divinidad y de la representación demoníaca, dio lugar a que en las supersticiones relacionadas con él se le considere representante de la mala o la buena suerte, según la circunstancia o lugar en que naciesen.


EL GATO NEGRO
En el ámbito europeo, las supersticiones sobre el gato son muy similares. Por ejemplo, el gato negro puede traer buena o mala suerte dependiendo del lugar y la circunstancia de su encuentro: unas creencias dicen que el gato negro es portador de mala suerte, mientras que otras creen que la mala suerte le trae el rojo.
Se dice que un gato negro es realmente un vaticinio nefasto, si se cruza en el camino de una persona de derecha a izquierda. También que pierde este carácter de maldad si tiene un lunar blanco en alguna parte del cuerpo.
Existen pueblos en que el encuentro de un gato negro camino de la iglesia el día de la boda da buena suerte, mientras que en otros es símbolo de desgracias conyugales.
Se cree que el gato negro trae buena suerte en los juegos de azar, sobre todo si se toca alguno antes de que empiece el juego.
También se cree que tener un gato negro en casa es símbolo de buena fortuna.




EL ENCUENTRO CON UN GATO
Otra superstición mantiene que encontrarse un gato (no importa el color, sino la dirección) viniendo de cara por el camino trae buena suerte, mientras que verlo de espaldas trae mala suerte. Asimismo, es de buen augurio que un gato nos adelante en el camino.

El GATO Y EL MAR
Cuando un pescador sale de pesca, considera de buen augurio que un gato le preceda, pero muy malo si se le cruza en su camino.
La gente del mar suele estar muy atenta al comportamiento del gato a bordo. Es tradición popular que si el gato corre, juega o salta pronostica tormentas y galernas; si se arroja el gato por la borda o es ahogado en el mar sobrevendrán calamidades al navío y su tripulación.




EL GATO Y LA ADIVINACIÓN
Se piensa que la conducta de los gatos manifiesta:
* Si está boca arriba en el suelo, anuncia lluvia.
* Si está sentado de espaldas al fuego predice frío y mal tiempo.
* Si se lava las orejas avisa que habrá una visita masculina si se lava la derecha y femenina si se trata de la izquierda.
EL GATO Y LA SALUD
Como remedio contra las enfermedades existían diversas pócimas en las que intervenía algún elemento del gato. Por ejemplo, para curar la tos ferina se hacía un brebaje con nueve pelos de la cola de un gato negro desmenuzados y remojados en agua que se daba a beber al paciente.
Se decía que pasar la cola de un gato negro por los párpados curaba los orzuelos.
En los siglos XVI y XVII existía una pócima o brebaje nocivo en la que entraban los sesos de gato, y que al parecer volvía loco al que la ingiriera.


EL GATO Y LA VIDA
En España se dice que una persona afortunada tiene siete vidas como los gatos; encontramos una referencia a esta superstición en la obra de Shakespeare Romeo y Julieta, acto III, escena I: "Mi buen rey de los gatos, sólo deseo una de vuestras nueve vidas....."
EL GATO Y OTRAS SUPERSTICIONES
Según la creencia popular el matar un gato o sus crías trae mala suerte, de aquí que algunos prefieran pagar a otros para que los maten en caso de ser muy necesaria su desaparición.
Soñar con un gato es de mal agüero.


EDITADO Y EXTRAIDO DE:

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